Abrí los ojos sin saber muy bien qué hora era. Se filtraba el sol por mi ventana y noté que tenía una erección mayúscula. Eran ya más de la una del mediodía de un sábado. La noche había sido larga. Como tantos viernes había acabado en Arena, en esa sala madre donde entre las tres y las seis de la madrugada puede pasar cualquier cosa.
Y vaya si pasaron cosas esa noche… Me acosté que eran más de las siete y había triunfado más que nunca en el cuarto oscuro, en la auténtica joya de esa sala en la que perdía la cabeza y olvidaba todos los problemas laborales que había acumulado a lo largo de la semana.
Y digo que triunfé porque no siempre se me ha dado bien eso de salir de noche. Son muchas las veces que he vuelto a casa con un enorme sentimiento de fracaso. No es fácil salir del armario cuando tienes casi cuarenta tacos y te enfrentas a un mundo del que aún no comprendes los códigos. Pero esa etapa ya pasó y ahora me siento plenamente aclimatado en el ambiente de Barcelona, aunque muchas veces sigue pecando de superioridad y deja en la cuneta, excluye, a demasiadas personas.
Mantenía mi rabo erecto entre las sábanas recordando como en el cuarto oscuro me vi enredado sin saberlo en una pareja que me hizo gozar como nunca. No eran dos tíos, era un tío y una tía. A veces entran grupos de chicas en el cuarto oscuro, para curiosear. Pero esta tenía ganas de mambo. Mientras me ponía su mano en mi paquete, él me pidió que morreara y tocara las tetas de su novia. Sentí sus pezones erectos mientras él me bajaba los pantalones y empezaba a comerme la polla.
Volver a tener unas tetas entre mis manos me recordó a mi época de marido, sí, de falso hetero casado, y me excité como nunca. Ella estaba muy perra. Mientras él me la seguía comiendo arrodillado, ella me besaba por todas partes y yo metí las manos debajo de las bragas de su chica. Su coño ardía y estaba chorreando. Me entraron unas ganas locas de comérmelo y me agaché. Momento en que su novio aprovechó para soltar mi polla y buscar mi culo. Joder cómo me lo comía. Super excitada, ella me susurró al oído que la follara. La oscuridad era total, pero intuía que era hermosa.
Me puse un condón y empecé a penetrarla de pie. Su novio se incorporó y los tres nos fundimos en un morreo eterno. Entonces él, cuando yo me estaba follando a su chica, me clavó su polla. Joder que gusto. La gente nos miraba. A nuestro alrededor había diez tíos con la polla fuera pelándosela. Ella tenía dos vergas cogidas con su mano, mientras yo la iba embistiendo sin parar y él me hundía su rabo en mi culo. Mi excitación era mayúscula y no tardé en correrme dentro de su coño cuando sentí que él la sacaba para correrse sobre mis nalgas. Desaparecieron rápido cuando todo acabó, aunque aproveché el elenco de espectadores que todavía nos miraban para comerme algunas pollas más. Una noche redonda.
Recordando la escena en esa mañana de sábado había ganas de más. Mee como pude con la polla tiesa y fui a por un café a la cocina. No pude remediar abrir el Grindr y vi que estaba conectado un tipo que el fin de semana pasado me propuso un plan que rechacé pero que hoy deseaba un montón.
-Buenas, ¿qué tal?
-Hombre, cómo va?
-Aquí, cachondo. ¿Todavía sigue en pie tu propuesta?
-Jajaja… ¿te lo has repensado?
-Sí tío, me da mucho morbo.
-Pero tiene que ser ahora. ¿Puedes?
-Claro. ¿Cuánto tardas?
Le pasé la dirección y apenas me dio tiempo a darme una ducha. Llamó al interfono pero casi no pude verle la cara, llevaba la capucha de una sudadera. Me excitaba quedar con alguien a quien ni siquiera había visto en foto y que me había impuesto unas condiciones que me ponían muy cachondo. Tenía que abrirle la puerta de la calle y dejar abierta la puerta de casa. Él entraría y buscaría mi habitación, donde yo tenía que esperarle desnudo, tumbado boca abajo en la cama. Y así fue. Le abrí las dos puertas y me tumbé con la incógnita de no saber quién estaba entrando en mi casa. No dijo nada al entrar. Solo escuché como la puerta se cerraba y luego el crujir de sus pasos pisando el parquet. Sentí su presencia en la habitación. Mi cara estaba contra la almohada, no podía verlo. Luego sentí sus manos acariciándome el culo, estaban suaves. No hablaba, pero noté como se quitaba la ropa y su olor a macho me impregnó.
Me hizo una comida de culo de las históricas. Tenía una lengua dotada para hacerme morir de placer y dilatarme como nunca. Mi erección era total. Con el culo en pompa y aún sin mirarlo, escuché como abría el condón y se preparaba para penetrarme. Yo soy más de besos, y de ir paso a paso, pero esa situación de anonimato y de ir al grano me excitaba mucho. Sentí su polla caliente entrando poco a poco. La explosión de placer fue total cuando empezó sus movimientos y me cogía el rabo. Él también debía estar excitado porque no tardó en correrse. Se sacó el preservativo y echó su lefa calentona sobre mi culo. Cogió su ropa y se largó. Sin decir palabra.
La situación había sido excitante, pero no me gusta quedarme a medias. Necesito comerme las pollas de mis parejas sexuales y, sobre todo, necesito besar y, evidentemente, también correrme en su cara o en su boca. Y me había dejado ahí, con mi rabo tieso y con ganas de más.
Fue entonces cuando se me ocurrió ir a Boyberry para rematar mis ganas. Comí, me puse mi jockstrap favorito y me planté en el local de la calle Calabria dispuesto a pasar una tarde memorable. Cruzar las cortinas tras dejar mis cosas en la taquilla es un momento que siempre me recuerda a mi etapa de iniciación en el mundo gay. Fue gracias a mis incursiones furtivas en ese local que pude comerme las primeras pollas. Siempre recordaré cómo me sorprendió y gustó la textura de la primera polla que metí en mi boca. Gracias a las historias vividas en ese local me convertí en un experto mamador. Los tíos enloquecen cuando prueban el saber hacer de mi boca en el gloryhole. Me gusta espiar su cara por el agujero y ver como se contornean. Me gusta también meter mi mano por la circunferencia y acariciar su vello púbico y agarrarles los huevos mientras me trago la verga hasta el fondo.
Esa tarde me metí en uno de los cubículos centrales y no tardaron en aparecer varias pollas por los gloryhole. Iba cachondo y mis ganas de mamar eran máximas. Los dos primeros rabos me interesaron poco. Pero el tercero era un ejemplar de esos que solo encuentras muy de vez en cuando. Una polla gruesa, larguísima y dura como el acero y con un glande perfecto. Estuve más de media hora trabajándomela. El tío no dejaba de gemir, le encantaba. Era el típico machito cachas, de gimnasio y chandalero, un perfil que me pone cerdo, pero es raro que estas personas se fijen en mi. Pero ese chaval, no debía tener más de 25 años, notó algo diferente y vaya si se fijó. Quería más y más, no quería soltarme.
De repente retiró su polla, se agachó y me dijo que le abriera la puerta, que iba a meterse dentro de mi cubículo. Pasados unos segundos escuché como llamaba a la puerta. Le abrí algo nervioso. Pero la sorpresa fue máxima cuando no entró solo él, sino acompañado por un colega que tenía uno de los mejores cuerpazos que había visto en mi vida. Llevaban gorras, camisetas de tirantes, chándal pitillo y bambas altas. Me fijé en su cara de malotes, puro vicio. Me sentí algo cohibido. Mi cuerpo cuidado, pero de cuarentón, me hacía sentir inseguro, y ellos notaban y disfrutaban viendo en mi cara esa inseguridad.
Sin saber como, me convertí en su esclavo esa tarde en ese cubículo de Boyberry. Me hicieron quitar la camiseta y el pantalón vaquero y me quedé con mi jockstrap. Ellos se quitaron también la ropa, excepto sus zapas. Me arrodillaron y empecé a comerme sus inmensas pollas mientras se morreaban sin parar. Me di cuenta que eran novios. Para mi era un sueño ser el juguete de esa pareja de instagramers perfectos de gimnasio. Cuando sus pollas estaban al máximo me follaron sin parar durante dos horas. Se turnaban y mientras uno me daba yo me comía la polla del otro. Era excitante ver como nos observaban múltiples ojos a través de los distintos gloryholes. Lo mejor es que también me dejaban besar sus ardientes bocas, nos fundíamos los tres en morreos interminables. Y luego fue cuando cumplí una de las fantasías que todavía tenía pendientes: la doble penetración. Estaba tan excitado y dilatado que, con un poco de vaselina extra, la segunda polla entró a la perfección. Buff…. placer máximo sentir a los dos chavales dentro de mí.
A ellos la situación también les puso a mil. Como si lo hubieran ensayado, sacaron a la vez sus pollas de mi culo y empezaron a pajearse sobre mi cara. La cascada de lefa fue épica. Abrí mi boca y vi la expresión de placer máximo en sus caras. Jadeaban como perros y me esparcían su semen caliente por toda mi cara. Exprimí sus pollas con mi mano y aproveché ese pringue para hacerme una buena paja. Ummm mi corrida también fue de las buenas… ellos seguían con un vicio total y lamieron también mi lefa con devoción. Nos quedamos los tres tumbados boca arriba en el puf un buen rato, con los rabos ya menguados y con el semen enfriándose. Pensé que se irían sin decirme nada. Pero no fue así. Me dijeron que querían repetir otro día y nos pasamos los teléfonos. Y vaya que si hemos repetido… Soy su juguete un par de veces al mes y, por suerte, en cada encuentro logramos repetir o incluso mejorar lo que vivimos esa tarde en Boyberry. Por muchos más días así.