Hola, me llamo Carlos, vivo en Barcelona, tengo 20 años y os voy a explicar una de mis experiencias más morbosas en Boyberry.
Era domingo por la tarde, día 20, tenía ganas de pasármelo bien, pero no tenía ganas de una charla interminable por cualquier App que no llevara a nada. Hacía dos semanas que había empezado con el tratamiento de la PrEP, y aún, nada de nada. Entonces me acordé… Domingo por la tarde, día 20… Boyberry… Sin pensarlo me di una ducha, me puse unos jeans, una camiseta blanca y salí de casa.
En el ascensor me encontré con el vecino del ático, eso me puso aún más cachondo, vaya tío, hacía años que me fijaba en él, me había pajeado tantas veces pensando en él. Me lo suelo encontrar por las mañanas cuando él se va a currar con su traje y yo voy a la universidad. Su mirada enigmática y su sonrisa descarada cuando me da los buenos días me vuelven loco. Si trajeado es morboso, cuando va vestido sport lo es todavía más. Un papi en toda regla debe tener unos 46 años, alto, bien conservado para su edad, su espalda y pecho son robustos, sus brazos fuertes y peludos, moreno de piel, pelo castaño con algunas canas, ojos verdes oscuros y con esa mirada impenetrable, siempre me pregunto, ¿Qué debe pensar?, está divorciado y con dos hijos. Llevaba unos jeans, que definían perfectamente su culo y esas piernazas que tiene, y un polo ajustado, por lo que se le marcaba el pectoral y unos buenos brazos. Al salir del portal nos separamos, vi como en la esquina pillaba un taxi, yo seguí andando y después de unos veinte minutos llegué a Boyberry.
Una vez dentro di un par de vueltas, estaba bastante animado. Cruce un par de miradas con algún chico… Entonces entré al cuarto oscuro, en seguida reconocí a mi vecino, estaba apoyado en la pared, se hacía una paja mientras miraba como un chico se la comía al tío que tenía al lado. ¿Qué hacía ahí? No me lo podía creer. Mi primera reacción fue salir del cuarto oscuro, tenía miedo a que me reconociera. Una vez fuera empecé a pensar en lo que había visto. Tenía una polla enorme… ¿Y si me reconocía? Seguro que me reconocería, éramos vecinos de toda la vida. Quería sentirlo dentro de mí, sentir su respiración en mi nuca, notar como sus brazos me abrazaban y sus manos me agarraban, así que, sin pensarlo más entré otra vez, y ahí seguía, pajeándose ese magnifico pollón, largo y sobre todo gordo. Aunque se la estaba tocando no la tenía completamente dura, estaba morcillona. Me acerqué y me puse a su lado, no me atrevía a mirarlo, pero decidí ponerme de rodillas. Y ahí me vi, ante ese pollón y ante el papi con el que tanto había soñado, con el que tantas pajas me había hecho en la ducha. Le miré a la cara, me hizo un guiño y me señaló, con su mirada de siempre, su rabo. Así que sin perder más el tiempo se la empecé a comer. UFFFF, que morbo, no me lo podía creer, en poco rato se la puse durísima, era enorme, mientras se la comía se la pajeaba con una mano, mientras introducía la otra por debajo de su polo y le acariciaba su abdomen y el pecho. Estaba súper cachondo, todavía no me había tocado y el rabo me estaba a punto de explotar debajo del pantalón. Me saqué la camiseta, me la até al cinturón y seguí mamando. Sus gemidos me ponían más cachondo. Cuando me quise dar cuenta, tenía a 3 tíos más a mí alrededor y otros dos de rodillas. Todos tenían buenas pollas, pero yo no paraba de comer la de mi vecino. Entonces mi vecino me aparto la polla de la boca y acerco a mi boca la polla del tío que tenía al lado, mientras se la comía miraba a mi vecino y él me miraba a mí, mientras el chico que tenía al lado se la empezaba a comer. En un rato los dos se la empezamos a comer a la vez mientras con mis dos manos pajeaba otras pollas, la situación no podía ser más morbosa.
Después de un buen rato mamando diferentes pollas, mi vecino me cogió de la mano, me levantó del suelo y me susurró al oído: -Vamos a una cabina.
Sin pensarlo lo seguí. ¿Me habría reconocido? No paraba de preguntármelo. Tuvimos suerte y encontramos una cabina de las que tiene un mini sofá. Al entrar nos quitamos, él el polo y yo mi camiseta y nos empezamos a morrear. Tenía un cuerpo impresionante, pecho y brazos marcados, y barriga dura. No era muy peludo, un tío natural y sin depilar, aunque sí que llevaba la polla rasurada. Yo no soy nada peludo y sí que llevaba todo bien depilado. Besaba de maravilla, morreos húmedos e intensos. Me empezó a comer y mordisquear el cuello, he de confesar que nadie me lo había hecho nunca tan bien. Sin darme cuenta en poco rato volvía a estar de rodillas, mamando, que delicia de pollón, no quería parar. Al cabo de un rato me cogió la cabeza con sus manos y presionándola hacia su polla empezó a follarme la boca, que morbo… Notar como esa delicia de rabo me llegaba hasta la garganta me ponía a mil.
Luego me puso a cuatro patas sobre la especie de sillón negro que hay en la cabina y me empezó a comer el culo. Que delicia. Los movimientos de mi culo le indicaban que podía entrar cuando quisiera, y entonces me pregunto: – ¿Qué quieres? ¿Qué quieres que te haga?
Yo respondí: -Lo que quieras. Soy tuyo.
Entonces me susurró al oído: -Te voy a reventar ese culito… Hace mucho tiempo que le tengo ganas… ¡Me había reconocido! Sabía quién era.
Le pasé el lubricante y le dije: – Vigila al principio, la tienes muy gorda.
-No te preocupes, lo vas a disfrutar. Me dijo él.
Entonces me puso a cuatro patas, escupió sobre mi culo y mientras su enorme mano me acariciaba el pelo y mi nuca, empezó a entrar. Dios… Que polla, ahora notaba y sentía lo grande y ancha que era.
-Relájate nene, deja que, entre poco a poco, siéntela, disfrútala. Me decía él.
-La tienes muy grande, aaahh… Gemía yo.
-Disfrútala, es toda para ti.
Poco a poco fue entrando y me fui acostumbrando a ella, hasta que la tuve toda dentro, que gozada. Era la primera vez que me follaban a pelo y lo estaba flipando. Me siguió follando suave un rato, aunque poco a poco el ritmo iba subiendo. Sus embestidas iban acompañadas de morreos y mordiscos en mi cuello que me ponían a tope.
– ¿Estás bien nene? ¿Lo estás disfrutando? ¿Me dejas meterte un poco de caña?
-Sí papi, hazme lo que quieras.
Entonces me saco la polla del culo, me pasó el brazo por mi tronco y me incorporó para darme un morreo. Seguidamente me volvió a poner a cuatro patas, me escupió en el culo y me la metió de golpe, hasta el fondo. Metí un gritó. Me había reventado el culo de golpe, pero me había encantado. Me empezó a follar con embestidas cada vez más fuertes e intensas, notaba como sus pelotas chocaban contra mi culo, y mientras con una mano me acariciaba la espalda, nuca y cabeza, con la otra me daba buenos azotes en el culo.
– ¿Te gusta que te follé así nene?
-Si tío… ¡Dame caña!
– ¿Quieres más duro? ¿Esto es lo que querías cada vez que me veías en el ascensor verdad?
– ¡Aaahhh, sí papi!
– ¡Quiero que seas mi cachorrito! Quiero follarte todos los días… ¿Vendrás a mi casa cada vez que te llame? ¿Me darás placer siempre que lo necesite?
-Sí, haré todo lo que me pidas.
– ¿Serás mi nene obediente?
-Sí papi…
-Y tú serás mi nene… Me pones mucho nene, quiero este culito, esta boca, este cuerpo sólo para mí.
Sus palabras y esa combinación de sexo cañero, pero tierno a la vez, me ponían a tope.
Ya hacía rato que estaba viendo como por el glory hole que hay en la cabina un tío nos miraba, entonces puso su polla y mi vecino me dijo: – ¡Cómesela! Y eso hice, mientras mi hombre me follaba mamaba ese rico pollón de un desconocido al que no veía ni su cara.
Al cabo de un rato cambiamos la postura, me acosté boca arriba en el cuadrado negro y mi vecino se puso frente a mí, colocó mis piernas en sus hombros y nuevamente volvió a meterme la polla de golpe. Que gusto notar como ese rabazo me llenaba entero. Las embestidas fuertes se juntaban con los escupitajos y con los morreos. Entonces sin dejar de follarme empezó a comerme el cuello y colocó su sobaco en mi cara, el morbo fue tal que sin tocarme me corrí.
– ¡Me corro tío! ¡No aguanto más!
-Oh si nene, saca tu leche.
Fue una corrida muy morbosa, mientras él me seguía follando yo iba expulsando la leche, él la cogía con su mano y me la restregaba por la cara y la boca. Una vez toda mi cara quedó pringada y cubierta de leche, me empezó a besar. El morbo de notar como nuestros labios, pringados de semen, se fundían en besos interminables, sus manos alrededor de mi cara, la presión de su pecho sobre el mío, el roce de su abdomen con mi polla y su rabo, que seguía reventándome el culo, aunque ahora de forma muy suave, hicieron que me volviera a correr. Después de mi segunda corrida sus embestidas se volvieron más intensas y en poco rato me susurró al oído, para después comerme la oreja con su boca:
-Me voy a correr nene. ¿Quieres que te preñe?
-Si tío…
Rápidamente me puso a cuatro patas y me empezó a follar a tope.
– ¡Me corro nene, me corro! ¡Aaahhhh! ¡Uuufffffff!
Noté como todo ese chorro de leche calentita me inundaba el culo. Me dio un par de embestidas más y la sacó, me la puso delante de la boca y me dijo: -Límpiala. Se la empecé a mamar, mientras él gemía. Finalmente nos volvimos a fundir en un intenso beso. Una vez todo había acabado y mientras yo le miraba, se subió los pantalones, se puso su polo y se acercó a la puerta de la cabina, antes de salir se giró nuevamente hacía mí, me guiñó el ojo y con su mirada y sonrisa de siempre me dijo:
-Hasta luego nene.
Y se marchó.
Al cabo de un par de días me lo encontré en el ascensor, nada había cambiado, él a su oficina, yo a la facultad. Su misma mirada, su misma sonrisa, sus mismas palabras.
-Buenos días. Me dijo.
-Buenas. Respondí yo.
Cada vez que nos encontramos actuamos igual. Pero yo sé que recuerda perfectamente lo que pasó. Yo también lo recuerdo y deseo que se repita., pero sé que sólo hay un sitio en el que todo volverá a suceder. Desde entonces cada domingo por la tarde acudo a mi cita en Boyberry… De momento no me lo he vuelto a encontrar, pero sé que volverá y que entonces seré suyo de nuevo.