Uno de mis primeros días en Madrid, iba montado en metro, medio de transporte que desconocía, y en el que nadie se miraba, yo, que me encanta una mirada, la buscaba en esos chicos que me despertaban morbo.
Siempre me ha fascinado cruzarme la mirada con tios, para ver su reacción, me pone muy cachondo. Llevaba muchos dias intentandolo , pero no conseguía nada agradable, sólo malas caras. Uno de estos días de descubrimiento, iba montado en la línea uno, justo cuando pasaba por Antón Martín, veo que se monta un hombre de unos 40 años, trajeado, con un maletín en la mano. Yo en ese momento ya empecé a notar como mi corazón iba acelerándose cada vez más. Ese hombre no solo entró en el metro, sino que al ver que yo estaba mirando fijamente su entrepierna, admirando la marca de algo que prometía cosas interesantes, él me miró, y se agarró de la misma barra a la que estaba yo agarrado. El bombeo de mi sangre ya se notaba en mi garganta. Después de tantos días, conseguir una reacción , y de semejante tío, me hizo cerrar los ojos y respirar.
Se cierran las puertas, y mi primera reacción, fue bajar mi mano, con la que estaba agarrando la barra, la bajé hasta la altura de su paquete, que aún estaba separado de mi mano, el tren se puso en marcha. Él miraba su móvil, su otra mano con el maletín, agarraba la barra, un poco más arriba de su cintura. Yo mire para abajo, mis nervios ya estaban de punta, y mi excitación ocupaba ya todo el abarrotado vagón de metro, pero esto no se iba a quedar aquí, ya que decidí quedarme cabizbajo, pude contemplar como poco a poco, su bulto se iba acercando a mi mano, yo mientras ojiplático, tragué saliva, hasta que pude notar el calor de algo que estaba ya poniendose jugoso. Una vez ya apoyó directamente su paquete en mis dedos, decidí moverlos, aquí la cosa iba creciendo, él seguía mirando su móvil. Yo ahí mismo me hubiese agachado, para poder oler, lo que ahí se escondía. No era el lugar, por lo que decidí seguir palpando con el reverso de mis dedos. Sin darme cuenta habíamos llegado a la estación de Gran Vía,y yo tenía que bajarme en sol, se había pasado mi estación. Me dí cuenta al notar, que ese maravilloso bulto se separaba de mis dedos.
El hombre trajeado se bajaba en esta estación, yo sin dudarlo, como hipnotizado le seguí, no muy de cerca, para poder ver cual era su ruta. Justo al cruzar el torno, veo que mira para atrás y me sonríe, me hace una seña de que le siga.
Yo no dudo en ningún momento, y como si su mirada tuviese una soga me agarro y voy tras él. Al salir a la calle veo, que se mete justo por una de las calles que lleva a Malasaña, el va mirando para atrás, para comprobar que su presa sigue sus órdenes. Yo no tengo ni idea de a dónde nos dirigimos, pero me da absolutamente igual.
Ahora veo que se acerca a la entrada de un local, con las letras verdes, “Boyberry” alcanzo a leer, entro de nuevo sin saber a donde. Allí estaba en la barra, dejando su maletín y pidiendo una cerveza, yo la pido, desde otro lado de la barra, nos miramos, veo que cruza una cortina de cadenas. Yo voy, entro y no veo a nadie, solo veo muchas puertas blancas, después de dar unas vueltas por aquel lugar desconocido y no encontrar a nadie, decido probar con las puertas blancas, entro, veo agujeros a media altura, alguien mira por uno de los agujeros, y sale de ahí un pene grande, muy duro y gordo, El pellejo aún cubría el glande, me agaché, como si estuviese ante una aparición divina. Pude comprobar que era la bragueta del hombre del metro, acerqué mi nariz, oliendo primero ese trozo de carne, que me tenía hipnotizado, era increíble todo lo que desprendía ese miembro. Saqué mi lengua y poco a poco lo fuí rodeando, al sentirlo caliente en mi lengua, ese tacto, no pude evitar masturbarme, mi pantalón ya no podía soportar toda esa presión. Abrí mi boca, con mis labios, besé el pellejo que aún cubría el glande, lo moje con mi saliva, y sin ningún miramiento, introduje todo ese rabo hasta mi garganta. Estaba tan excitado que no sentía ni las arcadas, entraba entera, y yo quería tragarla cada vez más, quería saborear cada parte de esa inmensidad, que ya no podía contener ni mis jadeos, en ese momento, dejé de moverme, acerque mi boca al agujero, y ahora era él , el que se movía y follaba mi boca sin piedad, era él ahora el que jadeaba. Yo no quería que eso terminase, deje de masturbarme para contener ese momento en el que mi boca no dejaba de fabricar saliva.
En ese momento él se separa, sale de su cubículo, y yo de rodillas en el suelo, miro por el agujero, sin entender qué ha pasado. Busco y no está, no puedo creerlo, trago toda la saliva que aún sabía a esa carne deliciosa, mi giro, y justo detrás está ese hombre, sin pantalones, con la chaqueta, la camisa y la corbata, pero sin pantalones.
En ese momento, coge su cinturón, lo pone en mi nuca, me mete el rabo por la boca, y tira con sus manos de los extremos del cinturón para que no me separe, cada vez me embiste más fuerte, sus jadeos van creciendo, yo miro su cara de placer, mientras la saliva vuelve a inundar mi garganta. Él suelta el cinturón, yo ya no puedo evitar escupir un montón de saliva espesa, sobre esa delicia que estaba mamando.
Ahora coge y me agarra de mis pantalones, casi me los arranca, con una fuerza que aún no sabía de dónde podía salir, me encontraba ahora mismo con un salvaje que podía hacer conmigo lo que él quisiera. Me quitó los pantalones y me dió la vuelta, me pego a la pared fría de ese habitáculo. Que me estaba regalando uno de los momentos más morbosos de mi vida. Me agarró del pelo, pegó su cara a la mía, ahora podía olerlo de cerca, oler su sudor, que caía por su frente, oler sus jadeos. En ese momento, escupió su mano, la acercó a mi culo. Con sus dedos bordeó mi ojete, lo humedece, después acercó esos dedos a mi boca, yo los chupé, los bañé, los degusté y él volvió a introducirlos en mi culo. Tuve que coger aire de nuevo, el agarró fuerte mi pelo, acercó la cabeza de ese miembro , la introdujo poco a poco, mientras él seguía dejando caer su saliva sobre su armamento. Yo esta tan excitado que todo iba entrando sin problema, no hacía falta nada más, cuando me quise dar cuenta, estaba agarrado a la parte de arriba del cubículo, recibiendo unas embestidas brutales.
Sin sacar su rabo me dio la vuelta metió sus brazos por debajo de mis sobacos y con sus manos agarraba mi pelo, mientras acercaba su boca a la mía. Yo estaba en volandas, notaba como palpitaba dentro mia, él me tenía cogido a pulso, mi espalda apoyada en la pared y recibiendo lo más grande.
Ahora me deja caer al suelo, yo me quedo sentado en el suelo, y empieza a masturbarse, mientras me mira, yo hago lo mismo, sentado, ya no puedo más. Vuelve a agarrarme del pelo, acerca mi cara a su rabo, y sale de allí, los chorros de una excitación que ya no se podía contener más, unos caudales que se estampan en mi cara. Yo al recibir esos fluidos calientes, alcanzó la luna y me corro en el suelo. Yo me quedo sentado, agotado, él se pone el pantalón, se acerca a mi cara y me susurra al oído. – Gracias.- Se va.
Yo aún me quedo allí unos minutos, intentando respirar todo lo que habíamos desparramado en esa pequeña cabina. Hacía tiempo que no vivía algo similar, una situación tan repentina e inesperada, que me recordaba que aún seguíamos vivos, me hacía volver a creer que éramos más que máquinas organizadas y reglamentadas