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Pasión de luna llena

Hacía un calor insano en la habitación, el estaba dormido, tumbado bocabajo y con poca ropa, la luz de la luna se filtraba por las rendijas de la persiana del Boyberry, cuando yo sigilosamente le olfateaba y comenzaba a lamerle el pie.

La sensación era agradable y excitante a la vez, y eso me gustaba, mi nariz, fría y húmeda, olía su tobillo, y mi lengua, caliente y áspera, lamia sus dedos, lamía hasta que le hice cosquillas y no pudo reprimir una risilla, ya no podía hacerse el dormido.

Mí lengua siguió pierna arriba y cuando llego a la parte trasera de la rodilla algo dentro de mi se estremeció, ya estaba a medio muslo cuando me detengo y el nota que algo pesado se sube a su cama, con el hocico olfateo el hueco que había entre sus piernas (que fui separando lentamente para favorecer el acceso), la lengua volvió a su trabajo por encima de su ropa interior, que comenzaba a estar húmeda.

Mí lengua hizo una nueva pausa y, con una suavidad pasmosa, mis afilados caninos fueron tirando de su slip  hasta liberarme de el, la lengua retomó su trabajo, insistiendo cada vez más en su ano , hasta que no pudo evitar comenzar a gemir de placer.

Mí lengua abandonó la zona y tras un breve, pero intenso paso por su ano, proseguí espalda arriba, se escuchó entonces un sonido, como si alguien se chascara las articulaciones y el peso de ambos sobre la cama se volvió el doble, hasta ese momento no se había percatado de la caricia del áspero vello sobre su carne desnuda.

La dulzura de mis dientes al retirarle su slip, se transformó en la brusquedad de unas manos que le arrancaron la camiseta que usaba para dormir, la lengua había llegado hasta su cuello y su oreja ,una de mis manos se deslizó debajo de su cadera, hasta que llegó a suano y comenzó a masajearlo, la otra mano se aferró a su pene y los lametones dieron paso a unos electrizantes mordiscos por la nuca y el lóbulo de su oreja.

El notó como un bulto carnoso se abría paso entre sus piernas y comenzaba a introducirse en su ano, lentamente, mientras la mano que acariciaba su pene iba alzando su cadera hasta dejarla, como se suele decir, con el culo en pompa, la mano que estaba en su pecho comenzó a pellizcar su pezón; lo sostenía con fuerza, pero sin llegar a hacerle daño, fue en ese momento cuando sintió la primera embestida, y luego otra y otra, la mano siguió acariciándole hasta que alcanzó el orgasmo, emitiendo un prolongado gemido , pero las embestidas no cesaron.

Cuando noté que iba a llegar a su segundo orgasmo, las embestidas comenzaron a ir más deprisa hasta que ambos llegamos al orgasmo, formando un curioso dúo de gemidos y aullidos.

Mi amante, si es que podía llamarse así, respiraba profundamente, tratando de relajarse, pasados unos instantes salí de el y le volví a depositar delicadamente en la cama, tras otra serie de chasquidos, acabé tendiéndome a su lado, fue en ese momento cuando le miré; estaba sonriéndome, vi que a penas quedaba rastro de vello en su cuerpo y salvo por el brillo de sus ojos y la largura de mis dientes nadie hubiera creído lo que allí había pasado.

—¿Te gustó la sorpresa?

-¿Va a ser así todas las lunas llenas?

–Mejor aún.

-Creo que si va a merecer la pena tener un novio Licántropo.

Y ambos nos echamos a reír…

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