Este relato ocurrió hace tres años cuando recién cumplí los 18.
Soy un chico tímido, delgado, mido 1.75 y peso 55kg, me veo un chico atractivo, tengo un culo pequeño pero bonito para lo delgado que estoy y el pelo algo largo de color calabaza y ondulado. Hasta ese momento había estado solo con un par de chicos y nunca pensé que terminaría entrando en un sitio así. Estaba con mis amigos celebrando mi cumpleaños en un parque de Barcelona con una tarta y unas cervezas, eran las 4 de la tarde y decidimos ir a dar un paseo, estuvimos andando un buen rato cuando pasamos por delante de Boyberry.
Desde fuera se veía un ambiente tenue, con películas porno en el escaparate y juguetes sexuales en las estanterías. Mis iban haciendo el tonto, entre empujones y risas entraron, yo tenía mis dudas, pero al final entré detrás de ellos. La tienda parecía más grande desde dentro que desde fuera, había de todo, mis amigos no paraban de mirar las películas y coger los juguetes entre risas y bromas, el dependiente parecía molesto por ello. Se veía una cortina al final de la tienda al lado del mostrador, tenía curiosidad, me preguntaba que abría ahí.
¿Te gustaría entrar eh? – dijo uno de mis amigos
Que hay ahí – respondí
Es una zona donde la gente viene para follar – respondió
Y las bromas siguieron, y yo les seguía el rollo pero no podía quitármelo de la cabeza, no podía parar de pensar en lo que podría estar pasando detrás de esa cortina. Empezaba a tener mucho calor, me estaba sofocando, decidí salir fuera, mis amigos me siguieron, empezamos a subir la calle pero no podía irme así, necesitaba entrar, mi cuerpo estaba cada vez más caliente, mi pene estaba duro como una piedra, con la excusa de que no me encontraba bien me despedí de mis amigos y di la vuelta a la manzana fingiendo ir al metro.
Llegué otra vez al Boyberry, me acerque al mostrador, había una zona de taquillas, la gente estaba en calzoncillos, se veía una puerta que daba a un pasillo donde la gente caminaba de un lado al otro.
Le pregunté al dependiente cómo funcionaba me dijo que la entrada eran 2€ para mí y que la entrada era en calzoncillos ese día. Yo estaba muy nervioso, iba vestido con un pantalón corto y una camiseta, pero… No llevaba calzoncillos…
Ocurre algo? – dijo el dependiente
Si… Es que… no llevo ropa interior… – le dije con la voz temblorosa por una mezcla de vergüenza y lo caliente que estaba
tendrás que entrar desnudo entonces – respondió
Acepte… Nunca antes había hecho una locura igual. Pagué los 2€, dejé mi ropa en la taquilla y entré.
El sitio se veía muy grande, a mi izquierda había una escalera hacia abajo y una zona de sofás y a mi derecha un laberinto de cabinas con agujeros en las paredes. Todo el mundo iba en calzoncillos, los chicos pasaban y me miraban, algunos me acariciaban el torso… Eso me calentaba un montón, yo me tapaba mi erección, mi cuerpo ardía y mi pene mide unos 19cm así que tenía mis dos manos ocupadas. Decidí ir hacia la izquierda y sentarme en el sofá para intentar calmarme un poco, pero era imposible, había una pantalla enorme donde pasaban películas porno donde se veían jóvenes follando.
Pasaron 5 minutos, cuando un hombre de unos 30 años alto, fornido, totalmente lampiño se sentó a mi lado.
Se le marcaba el paquete sobre ese calzoncillo azul.
Volvía a estar nervioso… En total silencio empezó a acariciarme la pierna… Al ver que no le apartaba la mano poco a poco sube su mano por mi cuerpo… Aparté mis manos de mi pene y él lo agarró suavemente, yo empecé a tocar su paquete. Su rabo era tan grande que se salía del calzoncillo. Ya estaba totalmente descontrolado, con una mano tocaba sus pectorales y su cuerpo marcado y mi otra mano subía y bajaba sobre su pene. Me agarro la cabeza y me guió hasta su pene.
empezó pasándolo por mi cara, estaba ardiendo, recorría mis mejillas, notaba el calor de su piel… Cerré los ojos, le lamí poco a poco el tronco hasta llegar al glande, lo pasé por mis labios y empecé a chupar poco a poco la punta bajando y subiendo con mi mano aun agarrándola. Me la metí en la boca y empecé a succionar subiendo el ritmo cada vez más…
Me agarró la cabeza, y empezó a follarme la boca fuertemente, penetrando mi garganta. No podría respirar, se me saltaban las lágrimas, abrí los ojos y me di cuenta de que nos estaba mirando un montón de personas. Levanté mi cabeza. No sentía vergüenza de tan caliente estaba. Estaban todos con el pene fuera tocándose esperando una invitación para participar. había un chico en el que me fije, nos miraba con deseo, era latino, más o menos de mi edad, bajito, delgado, piel morena pelo largo y negro.
El treintañero se levantó me agarro de la mano y se dispuso a llevarme a un sitio más tranquilo, me levanté y mientras me dejaba llevar los hombres que nos miraban acariciaban mi cuerpo caliente y desnudo, los más atrevidos me agarraban mi duro pene y mis nalgas y de entre todas esas manos conseguí agarrar la del latino.
Nos zafamos de nuestros admiradores y seguimos hasta las cabinas.
Nos metimos en una… Los tres… decidí seguir con mi trabajo, me arrodillé y seguí mamando ese rico rabo. La cabina era muy estrecha y estaba algo oscuro, el latino se quitó el calzoncillo y se agacho conmigo. Era la situación más morbosa del mundo. Nuestros labios y nuestras lenguas se cruzaban mientras chupábamos ese rabo. El treintañero empezó a respirar fuerte, cada vez más… Y de golpe agarro mi cabeza e introdujo su pene hasta el fondo de mi garganta. Notaba mi garganta húmeda, un líquido caliente la recorría y bajaba ese calor por todo mi cuerpo… sentía sus contracciones, se estaba corriendo. No aguantaba más, me ahogaba, la saque de mi boca y aun le cayó un chorro de leche en la cara de mi compañero. Se puso sus calzoncillos, abrió la puerta y se fue.
Y ahí estábamos nosotros de rodillas, besándonos con la cara llena de leche. Me puso de pie y mientras me besaba se ensalivo los dedos y empezó a lubricar mi hoyito. Me apoyó en la pared, y de golpe empecé a notar que me metía algo grande.
Shht, cálmate, deja que entre, verás que gusto – dijo el.
Y empezó a meterme poco a poco un enorme rabo que salía de un agujero que había en la pared. No podía con ese dolor, me estaba partiendo en dos pero el empujaba mi cuerpo contra la pared. Entró toda… El latino se agacho y empezó a comerme el rabo. No podía más por un lado me estaba follando un completo desconocido y por otro me estaban dando la mejor mamada de mi vida. Estaba sudando, hacía mucho calor, estaba a punto de correrme, oía los golpes que daba mi empotrador contra la pared y como nuestras respiraciones se compenetraban, yo gemía, volvía a perder el control de mi cuerpo.
Su leche inundaba mi culo y rebosaba, el no paraba seguía follándome y la leche caia por mis piernas. Mi pene empezó a contraerse y el latino empezó a tragar todo ese esperma que salía de mí. Caí rendido al suelo. Me temblaban las piernas. El latino me dio un beso en la mejilla y se fue. Yo me levanté, me limpié, me vestí y salí de ahí, avergonzado y pensando en todo lo que había hecho.