Sergio era un chico ejemplar, trabajaba de lunes a viernes en un gabinete de comunicación e iba de lunes a sábado todas las tardes al gimnasio. Le encantaba leer a autores clásicos y tenía un pequeño gato negro que había adoptado de la calle. Pero los días 20 de cada mes, Sergio se transformaba en un cazador. Ese día iba a Boyberry porque a las personas que les midiera el pene más de 20 centímetros les ponía una pulserita y les hacían una oferta en copas. Aunque para él la oferta era lo de menos, le encantaba ir para que le pusieran la pulsera y todos supieran que tenía un buen rabo. Y así empezaba su juego, con una pulsera y con una mirada instintiva en busca de su presa. Le gustaban los chicos de todas las edades, siempre y cuando tuvieran un cuerpo y una cara bonita; sobretodo una cara bonita. Le fascinaban los ojos con una mirada dulce, los labios tiernos y esponjosos, y los culos respingones con forma de melocotón. Su ideal de belleza no entendía de razas o nacionalidades, lo mismo le gustaba un chico rubio y de ojos azules que un mulato de pelo rizado y piel oscura. Hoy estaba emocionado, porque por fin estábamos a 20; así que se dispuso a ir al encuentro de su presa.
Le encantaba el ritual de entrar al Boyberry, lo primero que hacía era un rastreo para localizar a sus presas, hoy como era miércoles había poca gente. Luego se dirigía a la barra donde hablaba con el camarero y este le medía la polla con una regla de madera con el 20 marcado. Hoy estaba de suerte, el camarero era nuevo, y se puso algo nervioso y al verle el rabo se sonrojó; a Sergio le encantaba cuando ocurría esto. Y Como siempre, pasaba la prueba de la regla, de hecho, llegaba hasta los 21,8 centímetros. Después se pedía una cerveza y se sentaba a hablar con el camarero. Estuvo hablando con él hasta que entraron un grupo de chicos jóvenes, y entre ellos se fijó en el chico de los ojos marrones. Era su tipo, tenía una mirada tierna y afable; los labios eran carnosos y rosados y cuando sonreía se le marcaba unos dos hoyuelos en los mofletes. Comenzó a mirarle con deseo, intentando forzar la mirada y cuando lo consiguió, le sonrío con naturalidad. El chavalín, se puso algo nervioso y le retiró la mirada rápidamente; lo que le excitó. Como sabía que iba a volver a mirarle, volvió a sonreír y esta vez le guiñó el ojo. Ya lo tenía en sus redes, por lo que se dirigió hacia él, ignorando por completo al resto del grupo. Y cuando le tuvo de frente le dijo “Hola”. El chiquillo con voz algo temblorosa le devolvió el saludo, mientras sus amigos estaban de risitas y animándole desde detrás. “Y que haces por aquí, no deberías estar en casa haciendo los deberes de la uni” le dijo en un tono burlón. “Pues… he venido con unos amigos a tomar algo. Es mi primera vez aquí…” Dijo tímidamente. Sergio sonrío, lo tenía ya en el bote por lo que decidió morder y atacar. “Con que es tu primera vez” dijo y como si un depredador marcara a su presa antes de comérsela, le dio un beso con lengua delante de todos los del bar. Mientras le besaba fue acercando su pubis hacia el suyo y empezó a moverlo lentamente para que sus paquetes se rozaran. Luego bajó sus manos hacia el culo del chico y empezó a tocárselo sin dejar de meterle la lengua hasta la garganta. “Perfecto” pensó, ya que tenía un culo como al le gustaba, respingón y con forma de melocotón. Por lo que empezó a sobarle el trasero fuertemente con las manos, mientras balanceaba su pubis contra el del chico. Sergio la tenía durísima y notó como la polla del twink también lo estaba, era el momento de finalizar la jugada. “Menudo culazo, tengo ganas de probarlo” le susurró al oído y se lo llevó a la cabina privada más cercana de la barra.
En la cabina, le volvió besar y le puso de rodillas para que se la chupara. Se sacó la polla del pantalón y el chico se la metió en la boca mientas con la mano izquierda le pajeaba. Sergio gimió cuando sintió la boca caliente y húmeda del chaval; y este al ver como le excitaba comenzó a chupársela con más velocidad. Pero esto no le gustó mucho a Sergio, así que le chistó y le dijo que lo hiciera más lento. Sacó su polla de la boca del chico y le golpeó con el rabo en los labios. Después restregó su capullo lubricado por el contorno de su boca, dejando un rastro transparente de líquido preseminal y luego volvió a introducir su polla dentro poco a poco, hasta que llegó a su garganta. El chico muerto del placer entrecerró sus ojos y relajó la mandíbula, le entraba sin ninguna dificultad. Ver la carita que ponía mientras tenía su polla en la boca, hizo que se la pusiera más dura y que lubricara más. Estuvo metiendo y sacando su rabo de la boca del chico hasta que este tuvo una arcada. Por lo que le puso de pie, le giró y le separó las nalgas con las manos. Antes de empezar a comerle el culo, se deleitó mirando su ojete, era de un precioso color rosado que contrastaba con su piel blanca. Comenzó a soplarle, mientras sujetaba con firmeza sus nalgas y observó como se contraía el ano. Y sin más dilación, empezó a pasar su lengua desde el pirineo hasta llegar el ojete, y escuchó como gemía de placer. Estos gemidos excitaban enormemente a Sergio, y comenzó a meterle la lengua dentro de su recto. Sabía estupendamente, había elegido bien a su presa. Después de comerle el culo se sentó encima de la camilla, se puso el condón y le metió la punta poco a poco hasta metérsela entera. A pesar del que el culo estaba bien dilatado, también estaba prieto y muy caliente; y encajó perfectamente con su rabo. Con las manos en las caderas del chaval, empezó a moverle de arriba abajo y esto hizo que el chico de ojos tiernos gimiera con más fuerza. Sergio no quería perderse la cara de su cervatillo, por lo que le agarró del pelo y giró su cabeza firmemente pero con delicadeza, para verle la expresión mientras se lo follaba. Tenía los ojos cerrados, la boca entreabierta de donde salía los suspiros de placer, y le caían de la frente un par de gotas del sudor. Observar el gozo de su presa, le puso como una moto. Se levantó de la camilla aun con la polla en su culo y le puso contra la pared. Quedó de tal forma que la mitad cara del cervatillo estaba contra la pared y su espalda estaba arqueada. Sergio empezó a mover su cadera con tal contundencia que cada vez que chocaba su pubis con el culo del chico sonaba fuertemente. El sonido y ver la cara de su presa contra la pared, le motivaba para meterla y sacarla con más fuerza y mayor velocidad. Aprovechando que el cervatillo era bajito y delgado, le cogió en brazos, y una vez el culo en el aire empezó a follárselo de nuevo mientas le miraba a sus ojos marrones. Cada vez que se la metía, la polla del chico le rozaba el abdomen, por lo que el cervatillo empezó a gemir con más intensidad hasta que se corrió. A Sergio le encetaban cuando se corrían porque sentía los espasmos del ano en su polla. Pero se aguantó las ganas de eyacular, porque lo quería hacer en la cara del joven de ojos tiernos. Por lo que le volvió a poner de rodillas, se quitó el condón y se corrió por toda su preciosa cara. El semen recorría sus mofletes sonrojados, su naricita y sus labios. Sergio no pudo evitar decirle “Qué mirada más tierna tienes” y le dio un beso en la frente.