Hacía frío afuera. Aún se podían oír las gotas de lluvia golpear los cristales y el tejado chapucero de la casa.
Todavía llevaba el abrigo cuando Grindr empezó a hacer de las suyas:
Primer pitido.
Segundo.
Tercero.
Quinto.
Noveno….
Suspiré. Empecé a desvestirme de camino a la ducha donde empecé con los preparativos de una noche larga.
Sentí como el agua caliente circulaba por mi espalda y se metía entre mis nalgas…
-Tranquilo Fer, aún es pronto para irse poniendo duro.
Y ¿qué le iba a hacer? Sólo en pensar en lo que se me venía encima, me encendía.
Preparé la mochila: condones, lubricante, toalla de mano, una muda por si acaso… Estaba más que listo para festejar.
-Ya me estoy terminando de vestir chicos, además, he preparado la casa por si la cosas se alarga- dije contestando a mis colegas por el grupo de Whatsapp.
Me puse la chaqueta (ya había dejado de llover) y me dispuse a salir para el Boyberry. Al hacer frío, no había mucha gente en la calle, pero las propuestas de los chicos eran tan candentes que casi sentía que me sobraba la chaqueta.
Cuando llegué, saludé como siempre, pedí una cerveza y esperé hasta acabármela. No hace mucho, fue mi primera vez en este sitio, la verdad es que el morbo del sitio no era a coña, me encantaba exhibirme en las instalaciones con mi cuerpo, que para algo lo trabajo.
Una vez acabada la cerveza y faltando sólo 10 minutos a que llegaran mis colegas, me dispuse al plan. Entré a la zona de los glory holes y me puse en medio. Me quité la camiseta y me la puse de antifaz. No sé porqué, pero el hecho de no ver de dónde viene la hace más sabrosa. Ya solo quedaba concentrarme y esperar. No pasaron ni 5 minutos cuando ya empecé a oír las braguetas bajarse. Empieza el show.
De inmediato empecé a deslizar mis manos por las paredes, buscando los agujeros que tan bien conocía. Cuando encontré uno del que despedía calor, sólo tuve que colocar mi boca ahí y sacar mi lengua.
De verdad, llamadme loco, pero sabía riquísima. esa verga estaba circuncidada, pero estaba de pecado. Con la punta de mi lengua pude visualizar todas las venas, el tamaño del cabezón, como esta babeaba pre por mis labios…
Por los lados comencé a sentir toques a las paredes, coloqué las manos y… Dios… qué morbo el imaginarme sólo. Eran duras, gruesas, fuertes… se notaba que eran mis amigos por el cuchicheo, pero Dios mío qué morbazo.
Me dirigí a la verga de la derecha a la cual le faltó tiempo para follarme la boca y, por qué no, la garganta. Era enorme y aunque no babeaba tanto como la primera, tenía tal fuerza y casi me provoca alguna arcada…
Por lo que supe después la fantasía me duró unos 20 minutos y fueron un total de 5 vergas, pero a mi se me pasó volando, sólo podía saborear la lefa que se me había quedado en la boca y la que chorreaba por mi pecho.
Javier, uno de mis colegas (podía oír su voz) hizo que fuéramos a la zona de abajo donde no me quitaron la venda, sino que además, me pusieron a cuatro patas.
De repente, oí a mucha gente, muchísima. Sin comerlo ni beberlo aquello era un sueño, tenía a alguien comiendome el culo mientras hacía un 69 y varias manos me sostenían para que pudiera pajear 2 pollones. Dos manos empezaron a pellizcar mis pezones con suavidad cuando de repente, alguien empezó a follarme agarrandome el cuello. No podía hacer otra cosa que gemir. Esa bestia me iba a partir con tantas embestidas mientras mis colegas seguramente lo estaban grabando todo. El imaginarme tan reducido y sumiso sólo hizo que una lágrima cayera por mi mejilla mientras sonreía. Ya estaba cerca cuando de repente me sentaron sobre una polla aún más gorda. Por instinto abrí la boca para gemir por la magnitud con la que me habían abierto, pero ni un segundo pasó para que me metieran otra polla dentro de ella.
Yo sólo podía ser usado, follado, jodido, rellenado… La sensación de sumisión era tan grande que ya no podía más. Tenía que correrme. Tenía que correrme de verdad. Cuando ya me metieron las dos pollas a la vez lo supe. No podía más.
La lefa, los temblores, la sensación de mareo… era gloria. Me quitaron la venda y vi el resultado final: allí estaban todos, Arturo, Juan, Javier, Lucas, Matías… uno por uno me fueron besando con lengua y profundo y acabar sólo pudieron decirme: Feliz cumpleaños.