Serían como las diez de la noche, la hora a la que suelo salir de la uni y me muero de ganas por llegar a casa y cenar. Pero esa noche era distinta. Era martes, y los martes suelo ir a cenar a un restaurante donde hay barra libre de rabos bien gordos y llenos de babas: BoyBerry. Me bajé del metro en Callao y, mientras atravesaba la Plaza de la Luna notaba como se me iba empalmando el rabo. Lo bueno de que ya empiece el calor es que no hay chaqueta que te tape el paquete, y me gusta que los primeros hombres que me cruzo de camino al “restaurante” se queden mirando la banana del postre.
Un momento, ¡si no he dicho quién soy aún! Soy un chico (obviamente) de 21 años, mido 1.83 m y pesaré como 65 kg. No soy musculoso, pero sí delgadito. Sigamos:
Entro a BoyBerry. Me quito los cascos mientras echo una hojeada del menú que hay repartido por las distintas barras, y a los camareros claro, aunque estos son intocables, o eso dicen. Tengo suerte y me atiende el musculitos del grupo. Pido una cerveza y juego con el orificio de la botella en mi boca mientras sigo mirando alrededor. Me siento en un taburete con el culo en pompa y me rio solo. No se si caliento o me veo ridículo. Pero también me rio de imaginar lo que pensarán de mí los que me vean. Pensarán que soy una pasivaza y estoy deseando poner el culo en un glory para meterme el mejor rabazo que haya lubricado mi garganta previamente. Bien, puede ser. Pero no imaginan que mi rabo haya dejado más de un culete sangrando en una cabina.
Me canso de jugar con la botella y voy al baño. En el camino, me cruzo con uno que me mira de arriba abajo, pero yo sigo caminando, me lavo las manos, atravieso la zona oscura de cabinas, voy a la zona de los glory y me asomo a uno de ellos. Un chaval joven, con únicamente una gorra, calcetines y deportivas blancas y el culo en pompa, se está tragando un rabo desconocido hasta la garganta. Mientras miro, me saco la polla ya morcillona y empiezo a jugar con ella mientras veo cómo le dan arcadas al mamón de tragar. Cuando ya la tengo completamente dura me enderezo, la meto por el glory y doy un par de golpes a la pared del mismo con el rabo que ya está a reventar. Parece que el mamón lo ha escuchado, porque noto que algo se está tragando mi capullo. Poco a poco empieza a mamar, a coger velocidad y profundidad hasta que me dice que pase a la cabina para darle leche. Saco el rabo del glory y, sin guardármelo, entro en la cabina. Ya tenía un par de espectadores fuera que miraban mientras se frotaban el paquete. Al verme entrar en la cabina se acercan un poco más. Le progongo al mamón que si le doy de mamar con la puerta abierta. Acepta. Tras un par de arcadas provocadas por mi polla y todos nuestros espectadores, le cojo de la nuca y le meto la polla hasta la garganta. ¿No he dicho que me mide unos 19 cm verdad? Pues con la tranca dentro le hago potar, pero no hace el intento de sacárselo. Se estaba corriendo. Intenta gemir mientras se traga toda su baba. Saco el rabo, me lo seco con papel y me voy a la Bóveda.
Lo bueno de tener aguante es que puedes dar de mamar y follarte a varios sin soltar una gota. Abajo suelen estar ya los que han encontrado ya algo que llevarse a la boca, pero siempre encuentras a alguien que quiere comer varias cosas a la vez. Entro en el pequeño laberinto del sótano y un tío de unos treinta años empieza a desabrocharme el pantalón. Cuando ya tiene mi polla en sus manos logro reconocerle: era el tío que me fichó de arriba abajo al principio cuando me dirigía hacia el baño. Parece que no le importó comérmela cuando aún tenía babas del chico del glory. Eso me puso más cerdo aun, pero tenía las piernas un poco cargadas de taladrarle la boca al anterior, así que le dije que nos sentáramos un rato en los sofás que había al lado. Ahí fue donde tragó mi rabo y el de un mirón cachas que me había seguido desde lo del glory. La verdad que me cansé bastante pronto de estos dos porque me escocía ya un poco el capullo de tanto sacarle brillo. Me guardé la polla aún dura en el pantalón y les dejé disfrutar mientras me dirigía a las cabinas de arriba por las escaleras. Fui a mear y me paseé por las cabinas un rato.
Esa zona es un poco rara. Los tíos no se mueven, se quedan como guardándose el sitio para que nadie se lo quite ni se te acercan, pero nunca se sabe qué te puedes encontrar. Me quedé apoyado en la pared de esa esquina que conecta la zona oscura de cabinas con el puentecito ese que te lleva a la zona de los glory. Aproveché para descansar un rato cotilleando alguna red social, Grindr o Wapo, por ejemplo. El primero de los que me salían era el primer mamón del glory. Más abajo salía alguno de esos camareros no tan intocables de los que os hablé antes. Dejé el móvil un segundo y miré al frente. ¡Bingo! Ahí estaba. No el camarero, que eso ya os lo contaré en otro relato. Ahí estaba con el que iba a soltar toda la leche que llevaba guardando dos días desde la última vez que vine (los domingos no están mal para venir tampoco). Era un tío de unos treinta y pocos años, pelo largo y barbita, morenito, no muy cachas, pero sí fibrado, con una camiseta blanca de manga corta. Miraba a los tíos que pasaban, sin reparar en mí. Es de estos tíos que piensas que nunca les vas a molar por parecer una pasiva con más plumas que un pavo real; pero yo tampoco soy como piensan, así que probé suerte.
Tosí. Me miró de golpe a los ojos. Eché la cabeza hacia atrás y le miré de arriba abajo. Me imitó y siguió mirando a los tíos que pasaban. Pero a mí ya se me había puesto dura de nuevo. Volví a toser, esta vez con la mano agarrando mi polla por encima del pantalón. Me volvió a mirar fijamente, le hice una seña para que mirará hacia lo que me estaba agarrando. Miró, parece que le gustó porque no aparto la mirada esta vez. Seguían pasando tíos y me seguía sobando el paquete hasta que me saqué la polla delante de todos los que pasaban. Ya tenía toda su atención donde yo quería. Los que pasaban se quedaron mirando, intentaban poner las manos donde yo las tenía en ese momento, pero las apartaba mirando a los ojos al tío de pelo largo que tenía enfrente.
Le hice una seña, asintió. Esta vez sí me guardé la polla y fui a la primera cabina con glory que quedó libre. Detrás de mi entró él.
Fui a sacarme el rabo de nuevo, pero antes de que pudiera hacer nada me empujó de golpe contra la pared del glory. Retumbó al resto de paredes. Me agarró del cuello casi d3ejándome sin aire. Sonrió. Volví a intentar sacarme la polla, pero no me dejó, no me podía mover. “Ahora mando yo”, dijo. Me soltó el cuello lentamente, me bajó los pantalones y me dio la vuelta. Me cogió del cuello de nuevo. “Vuelve a poner el culo en pompa como lo has puesto al llegar, zorra”. Obedecí. Lo abrió con las dos manazas que tenía y empezó a comérselo, a pasarle la lengua, a escupirle y a meterle los dedos. Cuando ya me tenía jadeando se levantó y me volvió a agarrar del cuello. Oía como sacaba del bolsillo un condón y se lo ponía mientras me mordía el cuello. Escupió desde arriba y empezó a meter un rabo enorme y gordo que no me había dejado ni ver. Entró del golpe, con un solo empujón. Noté su abdomen en mi espalda, la tenía completamente dentro. Sorprendentemente no me dolió nada, no sé si sería por los dedos que me había hecho, por lo cachondo que me tenía, o porque nada más estamparme de frente a la pared del glory una garganta había empezado a tragarse mi rabo sin que el que se estaba cenando mi culo se diese cuenta.
El ruido era perfecto, ese ruido que hace el culo del pasivo contra las piernas del activo y que suena a vacío. Ese ruido. Me estuvo follando todo lo que quiso sin decir palabra. Y el mamón siguió a lo suyo al otro lado de la pared sin detenerse. Yo estaba a punto de reventar, pero no podía hablar porque me tenía rodeado el cuello con todo su brazo. Cuando pasaron alrededor de quince minutos dijo “me corro, prepárate”. Fue la señal. Empezó a follarme más fuerte aún, entre los gemidos y el ruido de la follada los demás estarían follando. Mi culo estaba completamente dilatado, pero dolía de la caña que me estaba dando. Aun así, yo quería más. Siguió más y más fuerte, y el mamón parece que se puso de acuerdo y empezó a mamar a más velocidad. Yo empecé a gemir más alto y el tío me tapó la boca con su mano. En ese momento solté toda la lefa que llevaba guardada directamente en la garganta de quienquiera que fuera el que estaba al otro lado. Entonces el ritmo de las embestidas se detuvo, gimió gravemente y me metió su rabo más dentro aún y se detuvo. Noté perfectamente como le palpitaba el rabo mientras su lefa salía. Suspiró y me dio un cachete en el culo, “buen chico”, dijo.
Sacó el rabo bruscamente de mi culo, se quitó el condón, lo tiró, se subió los pantalones y se fue sin decir nada más. Yo me limpié la sangre que me caía desde el culo por las piernas, me vestí y me fui a casa, pensando que por ir de machito y sacar el culo sentado en el taburete nada más llegar me había llevado la mejor follada de mi vida. Bueno, mejor dicho, una de las mejores. La mejor de todas fue gracias a un “intocable” de esos de los que ya os he hablado. Pero esa es la historia que os contare el año que viene.