Como todos los martes desde hace dos años cojo el bus después del entrenamiento de fútbol. No es un gran trayecto, unos 20 minutos, y en metro tardaría menos de 15, pero si no cogiera ese bus no vería a Pablo cada martes y cada jueves. Son 20 minutos que para él serán absurdos, hablamos de cine, de música, de libros… bueno, hablamos de lo que a él le gusta. Cuando se le escapa algún título o autor yo paso por la Fnac e investigo. Podría hacerlo en Google, pero ya una vez se me quedó en las búsquedas y creo que me pilló. Además, es como mi castigo, o mi recompensa no sé. Porque los 15 minutos que pasó en la Fnac los disfruto pensando en los 20 que pasare hablando con él.
Pablo es de mi edad, tiene 22 años, no sé si es guapo o solo me lo parece a mí. Tiene los ojos marrones, el pelo corto y el cuerpo atlético como el mío. En realidad, no es especial si lo piensas bien. Pero cuando hablamos y sonríe es como si me retorciera el estómago.
La semana pasada empezó a hablar de Juego de tronos. Hasta ahora nunca habíamos hablado de sexo, y de pronto me suelta:
– Pues a mí me flipa esa serie. Allí no miran mal a nadie, todos se tiran a todos, si un día están con una tía bien, que al siguiente con un tío… pues bien por ti.
Lo siguiente que hizo fue callarse y mirar el suelo, pero vaya, que mosqueo. ¿Será bi?
A ver, estamos en el equipo de fútbol desde hace dos años, no hay gays en el equipo y yo supuestamente vivo con mi novia, pero mi novia se llama Antonio. La movida con Pablo no es de cuernos, es que me mola, y me contengo mazo en no agarrarle y darle un morreo en el bus. Es muy animal el rollo que tengo con él.
Así que he decido que del jueves no pasa. Mínimo le preguntó si tiene pareja y de ahí ya veo cómo va la historia. Que no quiero poner cuernos, pero quiero tantear que hay.
Así que llega el jueves. Y bueno, cuando subimos al bus ya estaba lleno así que nos quedamos en una esquina de pie. Nada más arrancar una señora pierde el equilibrio y me empotra literalmente contra Pablo. Literalmente quiere decir que teníamos los rabos uno contra el otro, no pegados, lo siguiente. Intenté echarme para atrás pero la señora había ocupado mi espacio y no podía moverse así que solo pude decir:
– Tío, lo siento ahora en cuanto se baje la gente me pongo bien.
– Va, tío no molestas tranqui, si esto va pa largo mira cómo va la Castellana. Ponte cómodo.
Yo miré, y efectivamente la Castellana estaba petada, había algún partido importante y la policía estaba desviando los coches por el lateral. A todo esto, mientras miraba la Castellana noté como con la mano que daba al cristal me agarraba la cintura y me apoyaba contra él.
– Tu relájate y disfruta
Yo estaba acojonado, el cabrón no solo me tenía pegado, sino que me había agarrado y presionado de forma que notaba su rabo en mi ingle. No tuve tiempo ni para empujar a la señora cuando empecé a empalmarme, ya no podía ir ni para atrás ni para adelante. No quería que pensaran que era un pervertido, pero tampoco que Pablo notará mi rabo. Pero ya era tarde. Lo había notado.
– Ostias, pues sí que lo estás disfrutando. ¿Me dejas que te ayude?
Yo mordiéndome el labio de la vergüenza, asentí. Asentí como una puta. Porque ni pensé que iba a hacer…
De repente subió la mano que tenía en mi cintura, nos tapaba un anuncio en el cristal y nadie podía ver nada, la señora oronda tapaba todo por el otro lado. Luego bajó mano mientras me giraba un poco y la metió dentro del pantalón de deporte. Bajo el slip a pellizcos y por fin llegó hasta mí agujero. Yo no sé si jadeaba o no. Pero si notaba el pantalón mojado pegado a él. Empezó a jugar, primero por fuera, rondando… y poco a poco me metió un dedo. El autobús arrancó y yo me sorprendí, pero en vez de parar me metió otro dedo. Con dos dedos yo ya no sabía qué hacer. Me estaba poniendo tan burro que no quería que parara. De pronto la mujer bajo en una parada y nadie subió. Yo me acojone. Pero el cabrón me agarró la cintura, me dio la vuelta y puso su mochila tapándonos en horizontal. Mientras miraba, vi un par de personas que creo que sabían que pasaba. Pero estaba tan cachondo que me daba igual. No me di ni cuenta, pero en un momento sacó los dedos, noté como escupía y lo siguiente que noté es como su rabo entraba en mi culo. No sé si era muy grande, lo que sí sé es que se me escapó un gemido que si no había dejado claro que me estaba follando es que eran tontos.
Se me olvidó decir que estábamos detrás y cerca del muelle que unen las dos partes del bus. Dios, que placer. Entre las pequeñas embestidas y el traqueteo me corrí enseguida.
Yo dejé que siguiera. Pero de pronto el bus paró y se abrieron las puertas. El conductor salió escopetado mirando hacia nosotros con una cara de mala hostia que ni lo pensé, agarre a Pablo y salimos pitando a la altura de recoletos. No pase vergüenza. No, hasta que me di cuenta de que tenía una corrida en el pantalón de fútbol. Pablo me miró y se rió. Habíamos salido corriendo y estábamos en Malasaña.
– Venga ven, que se donde puedes cambiarte y te invito a una cerveza.
Bajamos hacia Gran Vía y paramos en un bar que hace esquina, se llama boyberry. Yo había oído hablar de él porque en Colonia había uno que se llamaba igual, asique entramos… Tampoco lo pensé mucho.
Cuando me di cuenta, estaba con una cerveza en la mano y en la otra el me llevaba para un rincón. No sé cómo paso. No solté la cerveza, pero enseguida Pablo me había quitado todo menos las zapatillas, me sentó en un taburete y empezó a desnudarse. No pasó mucho tiempo antes de que me levantara las piernas y empezará a follarme. El cabrón me besaba, me mordía, me levantaba. Hacia lo que quería. Y yo estaba más y más cachondo. Al final cogió mi cerveza y la dejó en el suelo. Me agarró por los muslos, me levanto el culo y empezó a embestirme, sin dejar que me agarrara a nada, el me controlaba. Notaba lo dura que la tenía hasta que se corrió.
Pero no paro, me echó hacia atrás y me empezó a pajear. Cuando me corrí en su mano me dejó sobre el taburete de nuevo.
Me levanté y empecé a recoger mi ropa. El, completamente desnudo me quito la ropa de la mano y me llevó a un sillón. Recogió todo mientras yo miraba y lo guardó en su mochila con candado. Se la entrego a un chico en la barra y pidió otra cerveza. Hablamos de pelis, de libros… y antes de que acabará la cerveza me agarró la cara y me besó, luego dejó mi cabeza en su hombro. Mientras me abrazaba me empezó a hacer un dedo, y antes de darme cuenta follamos de nuevo, sobre el sofá de sky y delante de todos. Y yo seguía cachondo. El enseñaba mi culo a los que estaban allí, pero solo él me tocaba y me follaba.
Cuando por fin salimos del boyberry me temblaban las piernas. Me acompañó a gran vía y me besó, sí, me besó mientras otra vez me metía la mano en el pantalón y me hacía otro dedo.
Y se fue. Como cada martes. Cómo si no hubiera pasado nada. Y yo cachondo bajando la calle Carmen pensando en el martes próximo