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Boyberry Edden

Nunca olvidaré aquel día. Fue de despertar abrupto, un sobresalto. Me giraba sobre sí mismo y a continuación la sensación de caer al vacío se apoderaba de mí. Abrí los ojos y estaba en la cama. No era un día normal. Sobre la mesita de noche estaba mi móvil, con la luz de notificación parpadeante. Me incorporo e intento mirar la hora. A duras penas puedo distinguir nada, me daña la vista la luz de la pantalla.

¡Mierda!, las siete menos diez. Me frustra la sensación de despertarme y no saber que hora es. Cabe dos posibilidades, que pueda seguir durmiendo o que la alarma esté a punto de sonar. Por desgracia la segunda opción era la ganadora. Sin muchas ganas enciendo la lámpara de noche y con dificultad para abrir los ojos me dispongo a mirar la notificación del chat.

Es evidente que no era un día normal, a esas horas no recibo ni sms publicitarios. Abro la app y me encuentro notificaciones en dos grupos y en varias conversaciones. El primer chat es de mi primo Luis. Siempre hemos sido como hermanos, ahora vivimos en lugares distintos. Yo he llegado a Madrid hace unos meses para empezar la universidad. Él se ha quedado en el pueblo. Alamedilla del Berrocal, así se llama, es un pequeño pueblo cercano a Ávila. No sé como he podido estar viviendo allí tanto tiempo.

Abro el chat, y me encuentro un montón de emoticonos con matasuegras y sombreros de fiesta. “que pasa primo, ¡que ya puedes ir a la cárcel!, felicidades, que eres un grande”. Cuando lees un mensaje de felicitación de alguien a quien quieres y te das cuenta de que estás lejos de tu familia no sabes si estás conforme al haber huido de aquel lugar o sientes arrepentimiento.  Abro el siguiente chat, es Pedro, mi otro hermano, pero no de sangre, es amigo de siempre, imposible no serlo cuando somos los tres únicos chicos de esa edad en todo el pueblo. Me dispongo a leer su mensaje. “Felicidades Charlie, vaya chollo, 18 años y en Madrid tu sólo!. Ten cuidado con la celebración que ya puedes ir a la cárcel”. Hay una cosa que no entiendo. ¿Porqué cuando cumples los 18 todo el mundo te recuerda que puedes ir a la cárcel?, los 18 es una edad que te abre un mundo nuevo. Sigo viendo mensajes, y soy consciente de que ha llegado uno de los momentos más deseados de mi vida. Estoy sólo en Madrid, y tengo la libertad de hacer lo que quiera. No tener normas, no tener reglas, no tener control, es algo con lo que todo joven ha fantaseado más de una vez. La sensación de subidón que me entró en ese momento me impulsó prácticamente de la cama. Era un día especial, y aunque no conocía a demasiada gente, mi intención era celebrarlo por todo lo alto.

Ya en el metro, de camino a la universidad me preguntaba cómo celebrar mi cumpleaños. Siempre había deseado estar en una gran ciudad, yo sólo, sin que nadie me conociera. Ese sentimiento era encontrado con que echaba de menos a Pedro y a Luis, y todos esos momentos que he pasado con ellos. Aventuras en bicicleta, el primer botellón, los momentos que vivimos cuando a Pedro le pusieron internet en casa… la de cayos que nos saldrían a los tres en esa época jejejeje. Es curioso, porque a pesar de que nos contábamos todo, había algo que yo no les llegué a confesar jamás. Sumido en mi pensamiento el metro se para, abre sus puertas y entra una gran multitud de gente. La mayoría de gente está con auriculares, y mirando las pantallas del móvil. Intento volver a lo que estaba pensando, y un olor me distrae. Huele a una colonia fresca, juvenil y sofisticada. A veces uno va tan metido en su pensamiento que deja de ser consciente de lo que ocurre a su alrededor. Me dispongo a escanear el entorno, quiero saber quién es el misterioso chico portador de tan agradable olor. Hay gente de todo tipo, pero sobre todo chicos jóvenes, se nota que quedan pocas estaciones para llegar a “Ciudad Universitaria”, mi mirada se detiene en un chico, es alto, con pectorales muy marcados y definidos. Y unos brazos de gimnasio depilados. Tiene barbita de varios días, moreno de piel y castaño claro. A pesar de ser octubre y hacer fresco va con camiseta de manga corta. Se ve que es el típico chico que le gusta “gustar”. Su vista está fija en la pantalla de su teléfono. Se escuchan unas carcajadas al otro lado del vagón, es en este momento cuando levanta su mirada de la pantalla. Es un chico perfecto, no puedo creer los ojazos verdes que tiene. En ese momento no tengo duda. Al fin he encontrado al portador de tal embriagadora fragancia. No se que tiene que no puedo dejar de mirarle, me atrapa. El metro anuncia la siguiente parada “Ciudad Universitaria”, no me lo puedo creer, el tiempo se ha pasado volando. El chico se acerca a las puertas y se pone de espaldas a mí. Cuando me quise dar cuenta vi que llevaba pantalones de algodón. Me preguntaba si marcaba polla o no. La cantidad de gente que había en ese momento me impedía descubrir el paquete del chico. Pero ahora al moverse a la puerta lo tengo en el punto de mira. No puedo parar de mirar su culo, es espectacular. Estaba completamente cachondo, incluso me llegué a mirar varias veces por si alguien lo podía notar. Se notaba…, opté por quitarme la chaqueta y llevarla en las manos que a su vez me puse por delante para obviar lo que me estaba ocurriendo. Al llegar el metro a la estación se baja delante de mí. Quiero saber dónde va o que dirección toma, así que me apresuro para subir las escaleras detrás de él y poder verle mejor ese pedazo de trasero que se asemejaba a un jugoso melocotón. A cada paso que daba, notaba mi polla dura dentro del pantalón que me presionaba al andar. Llegamos a las escaleras mecánicas y consigo subirme justo detrás de él. No me lo podía creer. Tenía su culo a unos centímetros de mi cara. Y era mucho más espectacular de lo que me había parecido. La cosa no quedaba ahí, cuando descubro que a través del pantalón se le marca una cinta. El chico llevaba suspensorio. No me podía dar más morbo. ¿Sería gay?. Al llegar arriba comienza a andar más deprisa que yo y cuando me sacaba unos siete metros se le caen los auriculares al suelo. Comienzo a ir más despacio. Quiero ver como se agacha. Lo hace lentamente, parece que sabe que voy detrás y lo estoy disfrutando. Al agacharse veo que se le sube la camiseta y es en ese momento cuando se ve claramente la goma del suspensorio y parte de esas nalgas perfectamente definidas y depiladas. No podía estar más caliente. El chico me ponía a mil, y encima llevaba una de las prendas que más morbo me daban, un suspensorio. Dicha prenda era negra, con unas letras en un verde manzana, ponía “Boyberry”. No había oído jamás el nombre de esta marca de suspensorios. Al subir a la superficie descubro la decepcionante realidad. El chico se dirige a algún misterioso lugar en dirección contraria a la que yo debía de ir.

Una vez en clase recibí la felicitación de mis compañeros, y quería pensar en una forma divertida de celebrar mi cumpleaños, pero no podía quitarme esa imagen de la cabeza, a ese chico al que no dudaría en hacer cualquier cosa que me pidiese… seguía caliente. La erección no me había bajado. El sentarme en la última fila de clase tiene sus ventajas, y es que si quieres ver algo en el móvil no te ven los de la fila de atrás. Quería saber más, pero no tenía nada que buscar, hasta que caí en el detalle de la enigmática marca de suspensorio. Me metí en internet y en la barra de búsqueda puse “boyberry”. Al comenzar a mirar los resultados me di cuenta de que “Boyberry” era más que una marca de suspensorios, y es que en realidad se trataba de un local de cruising que estaba en Madrid. Me metí en la web y comencé a curiosear comentarios y ver imágenes. No podía sentir más morbo que la idea de visitar ese local y encontrarme al chico del metro. En ese momento me di cuenta que ya tenía plan para celebrar tan especial noche.

Empecé a ponerme nervioso, tenía una sensación extraña. Nunca había tenido relaciones sexuales, había estado en zonas de cruising durante los dos primeros meses de mi estancia en Madrid, pero nunca había hecho nada.

Al llegar a casa no podía de dejar de pensar en lo mismo. El morbo del local, y si encontraría al chico allí. Se me aceleraba el corazón sólo de fantasear con las situaciones que pueden llegar a darse en un sitio como ese. Estaba convencido, esta noche voy al Boyberry. Cené pronto y me arregle un poco, quería ir con una apariencia desenfadada pero causar impresión. No sabía que iba a suceder, jamás había estado en un lugar como ese. Durante el camino no podía dejar de pensar en el chico del suspensorio, y mi corazón estaba cada vez más acelerado, no me daba cuenta de la gente con la que me cruzaba por la calle, sólo me rondaban fantasías sexuales que se sucedían en el interior del local.

Por fin llegué al sitio, había pasado mil veces por Callao, sin imaginar la sorpresa que se escondía a una manzana de allí. Cuando divisé la fachada notaba una sensación de nerviosismo que me recorría el cuerpo. No me atrevía a entrar, era una mezcla de nervios y erotismo desmedido. Me temblaban las piernas, aquello era nuevo para mí, sentía la adrenalina que alguien puede sentir al hacer algo prohibido. Empecé a disimular, como si estuviese esperando a que llegase alguien para entrar juntos. Quería saber que tipo de gente había. Me daba mucha vergüenza pasar sólo, aunque dentro de mí tenía el convencimiento de que quería entrar y darlo todo. Había mucho movimiento, gente que entraba y salía constantemente, eran chicos jóvenes, muchos marcaban culo y cuerpazo. De pronto empecé a pensar que cuanto más tiempo esperase ahí fuera, menos tiempo iba a poder estar dentro. Así que me lancé. Y entré con decisión. El ambiente dentro era increíble. Muy diferente a lo que yo había conocido hasta la fecha, la música, la luz, la gente riéndose, todo esto creaba una atmósfera entrañable. Nunca había visto tanto chico guapo junto. Unos reían, otros se besaban, y yo no podía dejar de temblar. estaba nervioso y muy cachondo, dispuesto a disfrutar al máximo. A pesar de que lo que me encontré en la entrada no distaba demasiado de un bar normal, el interior del local tenía una sorpresa reservada para mí.

Me acerqué a la barra y pedí una copa, no paraba de mirar a todas partes, me sorprendía ver que todos los chicos sonreían, algunos estaban morreandose. Con la copa en la mano me adentré a investigar. La iluminación cambiaba y la atmósfera se volvía cada vez más erótica. No paraba de mirar a todos, en ese momento me acordé del chico del suspensorio y de si estaría por allí. Llego a una estancia, en la que hay más penumbra, la música, los chicos, mi copa, todo lo que me rodeaba parecía un sueño. Jamás me hubiese imaginado que un lugar así existía. De pronto comienzo a darme cuenta que estoy entrando en la zona de cruising del local, alguno de los chicos van sin camiseta, y al fondo hay un tío haciendo una mamada. Me acerco a una especie de cubículo. Son glory holes, tenía el corazón a mil, no podía creer que estuviese haciendo eso, estaba caliente a reventar. Empiezo a fijarme en los chicos que me rodeaban, creo que yo era el único serio que estaba allí, y es que aquella sensación tan novedosa de morbo, nervios… no podía aguantar, miraba a los demás con ojos vidriosos, no podía estar más caliente. Al cruzar las miradas muchos chicos me sonreían, parecían saber que era nuevo.

Estaba tan caliente que notaba como salía precum de mi polla. No podía aguantar más. Pasé al glory y había un chico mamando, sentía que estaba en medio de una película porno. No podía dejar de mirar al chaval, era un auténtico maestro de la mamada, se movía con rapidez y suavidad y yo le envidiaba, quería ser como él y estar ahí de rodillas mamando. El pensamiento hacía que el corazón se me acelerase aún mas de lo que ya estaba. No podía aguantar más, sabía a lo que había ido allí. En ese momento veo aparecer por uno de los agujeros del glory una polla enorme, parecía estar esperándome. No lo dudé dos veces y me arrodillé. Empece a tocarla lentamente con mi mano. Notaba su suavidad, estaba dura como una piedra y muy caliente. No sabía a quien pertenecía semejante pollón, y casi que me daba más morbo no saberlo. Me la acerqué a la boca, tan cerca que notaba el calor que emanaba. Estaba a mil. había fantaseado mucho con meterme una polla en la boca y hacer disfrutar al máximo. Al contemplar aquel rabo me dí cuenta de que el momento había llegado. Abrí la boca tiritando y comencé a acercarme lentamente, aún no me había tocado la polla ninguna parte de la boca pero yo sabía que la tenía dentro. No podía aguantar el morbo que me daba la situación. Cerré un poco los labios y subí la lengua. Noté la suavidad y el calor en cada papila, me encantaba la sensación, con los labios húmedos los cerré al máximo y comencé a mover mi cabeza hacia delante y hacia detrás, muy lentamente, y la sensación cada vez me agradaba más y más. Me encantaba lo que allí estaba sucediendo, enseguida fui cogiendo más confianza y ayudándome de la mano empecé a subir de intensidad. Estaba haciendo mi primera mamada y era bestial. Me sentía mucho más tranquilo que hacía unos minutos pero estaba mucho más cachondo. Estuve sin parar unos minutos. De pronto la polla se alejó del agujero. No podía describir la situación y el morbo que sentía, a la vez que quería subir de intensidad. Salí del glory y me quité la camiseta. Fue en ese momento cuando me crucé con un tío, me miró, yo le respondí con otra mirada, sentía algo especial, un morbo difícilmente explicable, el chaval se mordía el labio y me hizo un gesto con las cejas. Quería que me agachase. No podía más con esa mirada penetrante, era una mirada sucia, una mirada de deseo. Se le veía guarro, y morboso, alargué mi mano y empecé a sobarle el paquete. La tenía enorme, muy dura. Puso su mano derecha en mi hombro para que me pusiera de rodillas, lo hice sin rechistar, quería sentir de nuevo esa maravillosa sensación en mi boca. Arrodillado le miraba fijamente a los ojos, el cogió y se desabrochó el botón del pantalón, se bajó la bragueta y se sacó la polla. Me golpeó con ella la cara y los labios, y me pidió que abriese bien la boca. Al abrirla me la introducir y se la empecé a mamar, cada vez me gustaba más la sensación, estaba disfrutando de una forma increíble. El me puso la mano en la nuca y empezó a marcar los ritmos, me daba caña, y yo no paraba de mirarle fijamente, se le veía que estaba disfrutando. A los pocos minutos noto una mano que empieza a acariciarme la espalda y otro tío más se acerca y comienza a pajearse. Jamás había vivido una situación así. Empecé a pajear al tío que acababa de llegar mientras seguía mamando al primero. Enseguida noté como las manos que estaban en mi espalda desabrochaban mi pantalón y querían bajármelo, no me resistí y ayudé con la maniobra. no podía creer estar allí en medio de aquella sala comiendo un rabo y pajeando otro. El morbo y el deseo hacían que tuviese la necesidad de subir el nivel. Y comencé a chupar la polla del tio a quien estaba pajeando, alternaba con uno y otro. En ese momento me di cuenta que los calzoncillos también me sobraban. Me quedé completamente desnudo. y mamando a los dos sin descanso, podía escuchar como decía uno a otro “como mola este tío, ¿de donde ha salido?”. Eso me dio aún más morbo. Pronto se unió un tercero, no podía creer lo que estaba pasando. Estaba chupando tres pollas enormes a la vez y había dos chicos metiéndome mano. Yo era el centro de atención de todo aquello y era lo que más me ponía. Tras un rato mando esas tres maravillosas pollas uno de ellos empezó a hacer gestos de placer desmedido, se giró para correrse y en ese momento como acto reflejo me estiré y coloque mi cara justo delante de su polla. Pude ver como salí un chorro enorme de leche blanca que llegó directamente a mi cara. Estaba caliente, y la sensación no podía gustarme mas. LOs otros dos tios se miraron y se sonrieron de forma cómplice. sabían que me gustaba recibir el regalillo final, en ese momento los dos me colocaron la cara y comenzaron a pajearse mucho mas fuerte y apuntando a mi cara ya llena de la jefa del primero. Había más tios tocando y mirando con morbo. En ese momento uno de ellos comenzó a soltar lefa, era muy espesa y note que me colgaba del pelo y de la nariz, en ese momento miré al tercero. Me encantaba la cara de morbo con la que me miraba. Y me volvió a recolocar la cara y se corrió de una forma brutal. Notaba la cara completamente llena de lefa, que me estaba chorreando por todo el pecho. en ese momento me di cuenta de que me estaba corriendo yo también sin ni siquiera tocarme. Mi cuerpo no podía soportar ya más morbo. Aquella noche no conseguí encontrarme con el chico del suspensorio, pero tampoco lo eche en falta

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