Subo por la calle y a unos metros ya veo el cartel de letras verdes. Boyberry. Y pensar que hace unos meses no conocía este local..
Es pronto. Él tardará un poco en llegar. Pero yo ya estaba impaciente.
Entro. Me desnudo. Y en calzoncillos le espero en un rincón tranquilo. Saludo a un par de habituales mientras no pierdo de vista la puerta.
Ya la tengo dura y soltando preseminal solo de recordarle. Sé que vendrá. Es puntual cada semana. Aún así, estoy nervioso.
Le veo. Me busca con la mirada. Miro su piel desnuda. Como le aprietan también los calzoncillos. Estoy a mil antes de tocarle. Le hago un gesto con la mano para que me vea. Sonríe. Se acerca andando. Deprisa. También parece nervioso. Al llegar junto a mi me besa en los labios. Noto su pecho contra el mio. Su rabo contra el mio. Me mira.
-Te he echado de menos.- susurra.
Sonrío. Le rodeo con un brazo y le atraigo hacia mi con fuerza. Es mío. Durante un rato. Durante unas horas. El resto del mundo no existe. Sólo él y yo.
-Te necesito.- susurro yo a su oído y apenas me salen palabras, suena mas como un gemido desesperado.
Su cuerpo reacciona como por instinto. Su mano en mi nuca, me atrae hacia su boca. Nos perdemos en un beso hasta quedarnos sin aire.
Piel contra piel. Las manos recorriendo el cuerpo del otro. Las pollas duras, como piedras, que casi duelen y a punto de explotar, salen del calzoncillo solas. Tienen vida propia. Ahora ellas piensan por nosotos. Le miro. Sonreímos. Volvemos a besarnos. Sabemos que nos miran. Y nos gusta. Aunque el resto del mundo ya no importa.
Nos dejamos llevar. Las bocas recorren el cuerpo del otro. Cada roce es un gemido. La piel quema y pide mas. Me meto su rabo en la boca y no tengo bastante. Apenas puedo respirar. Lo noto latir en mi garganta, caliente, húmedo. Necesito mas. Pero él me para. Está a punto de correrse. Con la mirada me suplica calma. No quiere acabar tan pronto.
Me pone contra la pared y se arrodilla. Empieza a mamar. Soy suyo. No puedo ni pensar, solo gemir. Sigue así un buen rato, cambiando el ritmo para no dejarme terminar nunca. Siempre al borde de la corrida y vuelta a empezar. Me tiemblan las piernas. Entonces se detiene. Me mira con mi polla aun dentro de su boca y veo sus intenciones. Me doy la vuelta..
Lame mi culo como si le fuera la vida.
-Metemela..- le suplico con mi cara enterrada en el brazo.
Él obedece. Le siento dentro. Cada vez mas dentro. Mas fuerte. No puedo más. El tampoco. Nos corremos como si fuera lo último en esta vida.
Reímos. Sudorosos. Jadeando. Con su polla aun dentro de mi. No sé nada de él. Él tampoco de mí. Pero el mismo día cada semana, a media tarde, nos vemos aquí y el mundo se para. Y cada vez lo espero con mas ganas..